Por supuesto, los libros cuentan las historias que llevan impresas en sus páginas. Pero muy a menudo recuerdan los pasos de sus dueños también.
En el 2009, viajé a Madrid para supervisar la impresión del libro “Julio Zadik, un fotógrafo moderno en Guatemala” en Gráficas Palermo. Llevaba conmigo “Travesuras de la niña mala” de Vargas Llosa, y al abrirlo aún conserva parte del boleto de Iberia que utilizaba de seña. Dieciséis años más tarde lo volví a leer en Corea y recordé tantas experiencias vividas en España, donde coincidentemente termina sus días el protagonista del libro.
Mi copia de “El hijo de casa” de Dante Liano contiene un recibo muy simple escrito a mano. El libro lo compré en Guatemala poco antes de viajar por primera vez a Cuba. Y leí su tenebroso relato en la Calle Neptuno en Centro Habana.
El recibo indica el costo de la estadía de siete noches en Casa Miriam y Sinaí, y está escrito de la mano de Miriam. No solo figura el costo de mi habitación sino la de varios de mis estudiantes que me acompañaban en el taller que impartí en esa ocasión.
Once años más tarde lo vuelvo a leer una vez más. Mis memorias de Cuba en ese primer viaje, se mezclan con el aire muy puro y las noches tranquilas del campo en Corea.